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El viaje a Viricota. Pt.1 "La purificación" (tradición Huichol)

  • Foto del escritor: Alexa
    Alexa
  • 18 nov 2019
  • 3 Min. de lectura

Actualizado: 9 ene 2020

El viaje a Viricota. Pt.1 "La purificación" (tradición Huichol)

Sentados en el ribazo de un arroyo, el maracame y algunos oyentes prestan atención a unos relatos, puesto que al llegar la tarde dará inicio la ceremonia.

Con el atardecer llegan los huicholes con sandalias nuevas hechas de pedazos de llantas y correas, pues las anteriores se desgastaron con la caminata. La hoguera ja sido prendida dos horas antes por aquel que ha sido como guardián y doble del fuego y Tatevarí Maracame, o el Hombre de las Flechas va a la cabeza de la fila marcando el paso. Lleva los bules de tabaco macuche (el Corazón del Fuego), el portador, en los tiempos antiguos de la yesca y el pedernal y ahora de los cerillos y el ocote para encenderlo. Sólo el y sus dos ayudantes pueden realizar este sagrado trabajo.

Se levanta la llama y el Maracame habla para el Abuelo Fuego:

- Tatevarí, Abuelo Fuego, queremos que nos acompañes ésta noche. Vamos hacia el oriente, hacía el país de Viricota.

Los peyoteros lanzan ramas en el fuego mientras miran al oriente y Marcame añade:

-Llegó el tiempo de limpiar nuestros pecados. Así lo hicieron los dioses, así lo hicieron los antiguos y así lo haremos nosotros.

Iluminados por las llamas se limpian las piernas, la cabeza y el vestido con rmas de mesquite que después arrojan al fuego y observan como son consumidas.

Tatevarí Maracame habla:

-Hemos llegado al Cerro de la Estrella dónde confesaremos nuestros pecados. Quien oculte alguno será castigado por los dioses. Pero antes es necesario nombrar a las autoridades.

Para nombrarlos se realiza un "juego" que además contiene una historia.

Éstas autoridades tienen el propósito de hacer que sel tránsito de lo profano a lo sagrado se efectúe sin peligro. No basta con la cadena de las purificaciones. Es indispensable trastocar el orden de lo cotidiano, alterar el ritmo usual del mundo, darle otras autoridades y nombrar nuevamente a las cosas.

Entonces los peyoteros que piensan recibir algún cargo se esconden detrás de las rocas, árboles y topiles. Después inician incidentes humorísticos:

Un topil se queja diciendo que un fugitivo ha querido matarlo.

El gobernador manda a traer al fugitivo y este muy seriamente le entrega al gobernador una botella mientras le dice:

- Es una botella de sotil; es tu regalo por haber sido nombrado gobernador.

-Eh Semaria (José María)- le dice un peyotero a otro- Ven a la fiesta. Has sido nombrado alcalde.

-Espera un poco- le contesta- todavía no termino de coser mi camisa.

La gente ríe con esto. Ya que el armadillo estaba cosiendo su camisa cuando lo invitaron a una fiesta y con la prisa la cosió mal. Y hasta la fecha es visible el costurón en su concha.

Al finalizar el juego de designa al gobernador (Tatoani), un alcalde, un alguacil, un mayordomo y dos topiles (encargados de multar a los peyoteros que equivoquen los nombres de las cosas cuando sean rebautizadas).

Y así concluida la designación se da paso a la purificación.

Tatevarí usa un sombrero emplumado que cubre su rostro, se sienta bajo unos árboles y ahora es cuando uno por uno se acercan y confiesan en voz baja sus pecados.

Antes de que hable a le advierte:

-Si no dices todos tus pecados te enfermarás en Viricota, te volverás loco y no encontrarás peyote.

Tatevarí toma su faja y con suaves golpes menciona:

-Confiesa tus pecados.

A cada pecado, Tatevarí hace un nudo en la cuerda.

Cuando termina la confesión de todos, toman la cuerda y hacen una confesión general, luego entregan las cuerdas a las llamas del Abuelo.

Para los huicholes los pecados se reducen a un solo: la carne en menores implicaciones.

La carne, su único pecados y su contraparte, la pureza ritual les obsesionan.

-Hemos quemado nuestros pecados. Estamos limpios.

Pero aquí no termina aún la ceremonia, porque Tatevarí les pide que le traigan su huarache derecho y lo limpia con su muvieris mientras canta la canción del coyote Samuravi. Les devuelve el huarache y dice:

-Ahora los he limpiado y pueden andar con ellos, no les pasará nada malo en el camino.

Tatevarí Maracame pide los bules de tabaco, los limpia, fuma un cigarro y finge escribir en un periódico mientras continúan otros juegos.

Para entonces finalizar, Tatevarí toma agua de una jícara y la arroja a las llamas:

-Abuelo Fuego, has de tener sed. Bebé tu primero; después beberemos nosotros.

Entonces todos se sientan alrededor de la hoguera e inician la abrumadora tarea de darle nuevos nombres a la gente y a las cosas.


Si quieres conocer más acerca de este ritual puedes leer:

En la tierra mágica del peyote de Fernando Benítez. (2013)

ISBN: 978-968-411-634-1


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